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Popayán y el “nido”

Edgar Luis Negret Dueñas, último de diez hermanos, hijo del General e Historiador Rafael Negret Vivas y de Doña María Dueñas Rodríguez, nació en la capital del Cauca el 11 de octubre de 1920. En palabras suyas, citadas en 1975 por el periodista y crítico Fausto Panesso:

Ese Popayán de mi infancia, tan nítido, tan claro, era una ciudad muy simple y muy bella. Las casas eran de un gran portalón con tres o cuatro ventanas, separadas por unas superficies blancas, muy extensas… Y las ventanas, eran de barrotes, austeras, sin nada sobrante o recargado. Era una ciudad blanca…, toda blanca. Después, a todo el mundo le dio por sentirse español y mediterráneo y comenzó a dividir las casas, a subdividirlas, le metieron a las ventanas recovecos, y las grandes casas de empinados techos se volvieron de dos pisos con baranditas y todo como para hacer «manolas». Entonces ese Popayán que yo conocí, casi desapareció”[1]

[Foto Popayán primera mitad S. XX] Cedida por Jose María Arboleda C.
Una de las realidades de su infancia que marcaría su vida para siempre, fue la soledad. Primero por ser el “cunchito” esto es, el menor (por ejemplo, en 1930, cuando tenía diez años, su hermana Alicia quién le seguía, le llevaba cinco; mientras que entre sus hermanos, su favorito y el más cercano en edad, Gerardo, le llevaba diez) y porque, a partir de 1940, año en que muere su padre, experimentaría el dolor por la muerte de su madre y en las décadas siguientes, la de cada uno de sus nueve hermanos. Precisamente, hablando de su especial relación con la soledad, narra en otra entrevista que le realizó Panesso en 1980, que durante su niñez,

“Nunca había amigos niños en la casa, así que la vida social desde entonces comenzó a no interesarme para nada […] Inventé mi propio mundo, conquisté mi propio ‘nido’, y lo que quedó para mí fue la huerta de la casa. Recorrerla, internarme y venturosamente perderme, era una maravillosa aventura, pues era enorme. Me refugiaba allí y hacía mis mejores descubrimientos.”[2].

Al cabo de un tiempo, el pequeño Negret se verá obligado a abandonar temporalmente su “nido”, para iniciar en Popayán, los estudios de primaria en la escuela de Doña Josefina Mosquera Zambrano; momento en el cual, afloran las primeras muestras de su inclinación artística, pues para describirle a su padre –quién usualmente siempre se encontraba de viaje en razón de su trabajo- lo que acaecía en la cotidianidad en su casa de la “Calle del Cacho” o en la finca familiar de Palacé, realizaba dibujos en hojas sueltas de papel, que su madre a su vez anexaba a las cartas de sus hermanos. Cuando su padre recibía la correspondencia y observaba la llamativa calidad de sus dibujos, afirmaba: “Veo que en la finca pasó tal cosa, pasó tal otra. No entiendo como la vaca se subió al tejado” y siempre terminaba su carta de respuesta con la frase Mi hijo va a ser un gran artista, por eso lo voy a mandar a estudiar a París”[3].
[Fotografía de Negret niño. Archivo Familia Negret]

De lo espiritual en “su” arte


Otro aspecto destacado de su vida en la Popayán de las décadas del 30 y del 40 del S. XX, -y que junto a la soledad, dejaría una honda huella en su existencia misma y en su vasta producción plástica- fue su singular relación con la religión. Al respecto, cuenta a Panesso en la citada entrevista del año 1981 que:


“siempre esperaba [el mes de] mayo con expectativa. Ese mes, mamá me sacaba de mi ‘huerta’ y me llevaba a la iglesia del Carmen en el centro de la ciudad, todos los días […] Era otra revelación, otro contacto que tenía con esas cosas trascendentales. Aquello era pura magia… yo no le ponía atención al rezo, solo al espectáculo de los candelabros prendidos, esa inundación de velas, los cantos y la letanía. Cosas que se sienten más allá de los sentidos. Lo que se veía, el olor a incienso, era un ritual impresionante y yo entraba en él. Eran visitas maravillosas, experiencias que me llenaron verdaderamente”[4].

[Fotografía columnas salomónicas Oratorio Fundación Casa Museo Luis Eduardo Ayerbe]

Ese tipo de expresiones litúrgicas que tanto llamaron su atención, se correspondían además armónicamente (como lo estableció implícitamente el Concilio de Trento), con las intrincadas formas barrocas de los altares recubiertos de laminilla de oro, que desde la época colonial, enlucieron muchos de los templos del sector histórico de Popayán.  Incluso podemos percibir hoy, el lejano eco de la sinuosidad “mística” de sus columnas salomónicas o sus estípites ornamentados, en muchos de sus posteriores trabajos en lámina de aluminio doblada o retorcida.
Retomando la aproximación en torno a su búsqueda espiritual, Negret precisará en décadas posteriores que aunque nunca fue un devoto practicante, sí llegó a confesarle al periodista José Hernández a finales de los años 90, que “Mi actitud ante la vida ha sido muy parecida a lo que preconiza la religión cristiana: mi trabajo no es otra cosa que un volcamiento hacia los demás de lo mejor que tengo. En mi obra no ha habido engaño. En mí dar más es imposible. Solo aspiro a que mi obra coincida con mi intención interior. Cuando lo logro, cuando encuentro cosas con las manos que concuerdan con lo que tengo adentro y que me era desconocido, llego a un estado en el que se podría hablar de un gran orgasmo espiritual. Creo que en mi obra he buscado a Dios siempre y por todas partes.[5]

[El último beso. Adolfo Dueñas Lenis]


Lo anterior permite comprender además, por qué él, que ha sido señalado por la crítica de arte nacional como el gran escultor de la modernidad plástica en Colombia, incursionó en el universo de la representación escultórica “moderna”, precisamente con piezas en yeso de temática tradicional y religiosa como “Anunciación” (1948); “Job” (1944) o “La mano de Dios” (1947). Precisamente con la escultura “Virgen”, obtendrá el primer reconocimiento a su incipiente producción, el Tercer premio de Escultura en el VII Salón de Artistas Nacionales realizado en octubre de 1946 en la Biblioteca Nacional en Bogotá.

En la Escuela de Bellas Artes de Santiago de Cali


Negret realiza sus estudios básicos en el Liceo de Bachillerato en la Universidad del Cauca. Esta Universidad, ya había creado la Academia de Pintura, bajo la dirección del profesor español Emilio Porset y Martínez  a quien sucedió el afamado maestro bogotano Coriolano Leudo; pero el ya joven Negret, decide ingresar en 1938 incentivado por su padre, a estudiar dibujo (hasta 1944)  en la Sección Tercera (Escuela elemental y superior de escultura y artes plásticas y decorativas) de la por ese entonces recién creada Academia de Bellas Artes de Cali; institución que acertadamente exigía a sus alumnos de pintura  tomar clases de modelado, y a los de escultura tomar igualmente clases de pintura. Sería precisamente en las clases de modelado, que Negret identificaría con claridad su predilección por la escultura propiamente dicha, decisión que fue motivada también, por el primer texto dedicado a su obra, escrito por el poeta vallecaucano Antonio Llanos, con motivo de la exposición con la cual cerró su ciclo formativo en Bellas Artes, texto en el que Llanos sostuvo que “[Negret] no era un pintor, era un escultor […] pues sentía las formas de una manera muy fuerte”[6]
Edgar Negret en la Escuela de Bellas Artes de Cali 1939 Archivo Familia Negret
[Negret en la Escuela de Bellas Artes de Cali. Archivo Familia Negret


De este periodo, datan el conjunto de singularísimas acuarelas en tonalidades pastel, que se exhiben por primera vez en público y que fueron realizadas por él, durante algunas de las salidas de campo, organizadas por la mencionada academia. Estos trabajos evidencian su innegable virtuosismo en el manejo del color y su interés por temáticas de la vida cotidiana, que le permitieron experimentar a nivel compositivo.


Después de su formación en Bellas Artes, Negret regresará a Popayán en 1944, y su amigo de la época de estudiantes del Liceo, Aurelio Caicedo Ayerbe, recuerda que en ese momento:

“Edgar hace su primera exposición en el destartalado convento de San Francisco -hoy hotel Monasterio-, donde se había procurado un espacio para taller. Casi todo dibujos de desnudos y un impresionante «carguero» de la Semana Santa. Con la revelación de que la escultura es su campo. Figuras académicas, sí, pero ya con el garbo individual, con un recorte audaz de la figura para situarla más allá del realismo como volumen estético antes que representativo. […] El público payanés -como el de toda América en ese instante- es cerril y concibe la escultura como clown de lo humano. Ello se pone de presente cuando Negret plasma -un año después de la muerte de Guillermo Valencia- (1944) su cabeza y la dona para la plaza de honor del Liceo de la Universidad (Hoy Facultad de Educación). Se trata de un bloque imponente donde el modelado parquísimo no rompe la voluntad de esfera física y psicológica. Las facciones están tratadas para ser un retrato trascendente, interpretativo.

[…] La polémica que desató la obra y los medios torpes, soslayados, que se emplearon contra el artista radicalizaron la opinión en dos grupos. El favorable a Negret era pequeño, carente de influencia oficial, pero entusiasta. Y derivó más o menos en cenáculo. No recuerdo haber concurrido a ninguna de las tenidas en su refugio del convento. Pero tengo muy presente su segundo estudio, contiguo a la casa paterna, que Edgar decoró con artesanías y elementos vegetales logrando efecto gratísimo. Allí lo visité frecuentemente. […] Visitarlo, verlo trabajar, era una verdadera catarsis. Allí estaban como ángeles tutelares las asombrosas presencias de yeso blanco”[7].

 

[Negret en su taller de Popayán en 1947. Archivo Familia Negret]
Referencias
  • [1] CAICEDO, Aurelio, et al. Edgar Negret. Madrid: Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos, 1983. Pág.: 11
  • [2] PANESSO, Fausto. Una infancia sin amigos marcó el amor de Édgar Negret por la soledad. Consultado en: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13115075
  • [3] Íbid. http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13115075
  • [4] PANESSO. Op. cit. http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13115075
  • [5] HERNÁNDEZ, José et al. No soy abstracto. http://issuu.com/revistamundo/docs/33negret
  • [6] BUITRAGO, Alejandra. Entrevista a Edgar Negret. http://www.hjck.com/personaje.asp?id=1365792
  • [7] CAICEDO, Aurelio. Op. Cit. Pág. 13

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4 comentarios en «Popayán y el “nido”»

  1. Mil y mil gracias, que gran paso ha dado la fundacion casa museo lea, espero esta sea una incitacion a los animos y ejecuciones de otros actores culturales. Edgar Negret un orgullo para nuestra ciudad.

  2. Excelente exposición, bella y fascinante enmarcada en la vida misma del maestro, elegantemente salen a la luz piezas únicas con la gracia y el encanto de una mirada íntima y personal, maravilloso homenaje a un gran hombre de las artes del cual nos deberíamos sentir mucho más orgullosos

  3. Muchas gracias por estos aportes que nos acercan mas a un maestro universal de la escultura como es edgar negret. Recuerdo mucho un corto colombiano sobre su trabajo en los años 70s, si pudieran conseguirlo y subirlo a esta pagina seria maravilloso.

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