
“Cristo caído recogiendo la túnica después de la flagelación”.
La iconografía que nos muestra esta bellísima imagen neogranadina, probablemente de finales del XVII o siglo XVIII, se refiere a un episodio de la Pasión desarrollado por los Evangelios Apócrifos, que no recoge ninguno de los cuatro evangelistas, cuyos textos únicamente aluden a los “azotes” sin mayor desarrollo de acontecimientos posteriores. A pesar de la desvinculación de los Evangelios oficiales, son múltiples los autores bajomedievales y de la edad moderna que propugnan la meditación de los fieles sobre este patético trance. Según observamos, la escultura nos muestra a Cristo caído apoyado sobre manos y rodillas, rendido después de la brutal flagelación, en un instante en el que toma aire antes de recoger las vestiduras e incorporarse. Quizás la primera en dar cuenta de este episodio y mostrar su potencial místico fue Santa Brígida de Suecia en sus “Celestiales revelaciones”, del año 1377.